martes, 30 de junio de 2020

Convocatoria Fotos de baúl, segunda vuelta. Melena rubia por Isabel Pisani




Desde la penumbra del lecho,
la mujer endulza con nostalgia
la soledad y la muerte de los años.

Se vuelve pequeña  frente al espejo
y llora su melena sin trenzas,
sus tiernos pies sin patines,
sus mejillas sin rubores,
su regazo sin muñecas.

Luego adolescente hurga curiosa
la piel del vidrio iluminado
y enlaza palabras de amor,
de sueños con brillo de luces lejanas,
muy lejanas de la tristeza, la desesperanza
y la ilusión amordazada.

Joven pasea en la luna esmerilada
sus manos y caderas ondulantes
y dibuja una caricia febril
con la promesa procaz del sexo.
Sabe ciega esa mirada amarga
y su risa de antifaz  tiznado.

La mujer cruza el cristal azogado
y posa desnuda su hambre de cielo
tras una rubia melena afable…
y esa turbia invitación a la Nada.

Isabel Pisani, escritora y docente, Palermo, Buenos Aires- Argentina



domingo, 28 de junio de 2020

Convocatoria fotos de baúl,segunda vuelta. Fugitivos del tiempo por Ricardo Lewitan





Una eternidad nos acecha.
 Un adiós tras otro adiós
 y las voces del olvido.
 Nadie recuerda los nombres
 que la historia ignora;
 pero ella se alimenta
 de la sangre de los desconocidos
 de los perdidos en el silencio.
 Como mi abuelo el violinista
 del que no conozco ni su nombre.
 La soledad se aquieta
 cuando cierro los ojos al mundo.
 Siento entonces entre las venas
 a todos mis ancestros
 danzando la danza
 de los que fueron carne
 y que hoy son tierra, aire y nada.
 Tal vez aquellos rostros
 que me hablan entre sueños
 tal vez la voz de los desconocidos
 de los perdidos en el silencio
 aún viven bajo mi piel,
 fugitivos del tiempo.


 Ricardo Lewitan, músico y poeta, CABA, Argentina

Convocatoria fotos de baúl, segunda vuelta.Hermanas por Norma B. Barreiro

Revolviendo la caja de las fotos que me dejaron mis hermanos después de desarmar la casa de nuestros padres, encuentro esta foto de nuestras tías, las hermanas de mamá.

Cuánta sombra en los ojos de dos hermanas cuyo amor no alcanzó para sostenerlas unidas. No era una opción quedarse o irse. Las atravesó un mandato que más que materno era social.

Ella era la mas chica. Supuestamente, era la que tenia mas oportunidades. A la que el tiempo le jugaba a favor.

Lo había conocido en la playa. Aquel domingo de caminata familiar de un pueblo a otro, cuando para los pobres no existían espacios recreativos ni lugares de esparcimiento. Vivían en un paraíso pero el hambre y la pobreza lo habían desprovisto de esos encantos que sólo asoman después de haber cubierto las necesidades básicas.

Kilómetros de caminatas donde la distracción era descubrir las flores silvestres y esas plantas medicinales que cosechaban para tisanas. Caminatas de risas e historias.

En la playa corriendo por la orilla de un mar transparente, de repente aparece él. Alto, simpático, con una sonrisa de aspecto imborrable.

La hermana se había metido al mar y a ella la playa se le había vuelto infinita, hasta que su vista se cruzó con la de él.

Y de pronto hablaban como si se conocieran de siempre. Un “siempre” tan pobre de experiencias! Entre risas y palabras que alimentaban una infinidad de coincidencias nació este encuentro, que resultó ser bisagra en la vida de esas hermanas.

Meses de reconstruir aquel domingo entre sueños, mientras se repetian encuentros secretos y furtivos.

La única que supo de esta relación era su hermana mayor. Le costaba cubrir esa relación ante el resto de la familia. Confiaba que pronto saldría a la luz y que sus padres aceptarían la relación y podrían compartir una nueva normalidad. Nunca imaginó que nada de eso ocurriría.

Algunos meses después, una  mañana, cuando fue a  despertarla, ella le pidió que fueran a aquella playa juntas. Él las esperaba. Tomó aquella fotografía. Y es allí  donde se despiden. Ya no volverían juntas esa tarde a la casa paterna. Las hermanas se iban a separar. Lo que no sabían era que iba a ser para siempre.

La mano de la hermana mayor quería retenerla. Pedirle que no la deje, que temía por ella. Las palabras quedaron en aquella playa vacía.

Se fue porque no quería ser la deshonra de la familia. Se fue tras un amor que no podía darle un matrimonio que blanqueara esa relación que los unía.

Se fue para que el misterio de su desaparición los salvara de la vergúenza que representaba una madre soltera en su familia.

Se fue porque nadie hubiese acompañado su decisión de traer una nueva vida a ese mundo tan difícil: ella era la hija menor y debía esperar que sus padres eligieran alguien con quien “desposarse”. Que eligieran por ella quién sería el dueño de su cuerpo y de su destino. Pero su alma había elegido antes que los demás decidieran por ella.Ya no había vuelta atrás.

La foto inmortalizó la bifurcación de sus caminos. Ese destino que una fuerza interior había dividido mucho antes.




Norma B. Barreiro Paraje El Durazno de Calamuchita, Pcia. De Córdoba

viernes, 26 de junio de 2020

Convocatoria fotos de baúl, segunda vuelta. Canción: Columnas rotas por Fernando Christian Rodriguez Besel




Te miro, te aspiro, te extingo
te vuelvo a juntar las partes
esto que aquí me digo
pertenece al delirio de nadie
sos mas hermana a los lugares de ninguna parte
y yo soy asi y vos callas
y en la oscuridad te sentís mucho mejor
y cuando hablo tu cara es un cable de desconexión
cada cosa que digo ahi adentro
desmenuzada en sucedáneos de trinos
quisiera reventarte ya ya que nadie da un grito
yo también fui feliz entonces
como un niño limpio
ahora mi columna rota
sosteniendo esto que nos hace fríos
y en la oscuridad...
esa cara de poker
entre traviesa y mortuoria
mis acciones siempre calientes en tu fría puerta giratoria
no hay pegatinas de pájaros en vuelo
ni finales agradables en tus espinas
cada beso de cicuta vale oro en este pueblo
no HAY arrabales en tu alma solo un corazón de metal en el invierno
pense seria tu corcel pero me llaman por un nombre de perro
en las fiestas tu sonries y a mi me dejas helado
y en mi cabeza de sansón TODOS LOS mechones cortados


Fernando Christian Rodriguez,poeta y músico, Balvanera Capital Federal, Argentina


Convocatoria fotos de baúl, segunda vuelta. Tres botones por Lucas Damián Cortiana











“En el eco de mis muertes
aún hay miedo.
¿Sabes tú del miedo?”

Alejandra Pizarnik



Tus manos deslizaron medias y abrocharon
tres botones en tu pecho.
Nadie más que yo te adora desde la ventana.
Tu cuerpo, célula a célula, glóbulo a glóbulo, semilla a semilla
comienza su renovación.
Mira que eres liviana como estas comillas que encierran “sutil”,
pero el miedo es profundo y denso…
¿Sabes tú del miedo?
Respira un poco más y guarda un rizo de viento en tu claro
del bosque.
Allá afuera el mundo está contaminado
porque nos acostumbramos a la mugre de nadie, que es la miseria de todos.
Y los que no saben amar son tan inútiles. Se les entumeció el lugar
de donde nacen las cosquillas.
Menos yo, claro, dentro de esta capazón de metáforas lindas,
donde en vez de basura hay música y en vez de rabia,
un piano de cola para acunamos en fa mayor.
Quisiera hacer un intervalo para decirnos te quiero.
La mente humana es hermosa cuando divaga.
Ahora o en un rato, voy a decirte “carozo de palta,
agua de limón en ayunas, petauro del azúcar como mascota,
¿quieres ser mi novia?”
Si yo fuera tu excepción, regaría tus meñiques con miel
y antes que te vayas a dormir,
te soltaría el pelo, para que se vaya volando por allí
como un enjambre de abejas o una bandada de patos.                           


Lucas Damián Cortiana, es escritor y poeta, Chivilcoy,Provincia de Buenos Aires, Argentina


Convocatoria fotos de baúl,segunda vuelta. Maquillaje por Fabiola Sánchez Palacios



            —A Pedro Infante le gustaban vírgenes, bonitas y de catorce años. Cuando las encontraba sin mancha y hermosas, les ponía casa como a Lupita Torrentera o a Irma Dorantes, si ya eran segunditas, las tomaba para pasar el rato. —me dijo madre, y yo pensé que eran delirios de anciana moribunda. Tenía fiebre, pero insistía con desesperación en que pusiera atención a lo que iba a decirme:
            —Mi madre, tú abuela, se llamaba como yo: Pureza. Ella recordaba con emoción el día en que entró a trabajar a los estudios de cine Tepeyac como asistente de la mejor maquillista, doña Concepción Goyeneche. María Pureza Pérez Rueda, tu abuela, fue la más feliz el día que consiguió ese empleo de auxiliar de maquillista con doña Conchita. Pensaba que Iba a conocer a muchos artistas y con suerte quizá ella podría serlo —continúo con su relato—. En ese momento pensé que los biógrafos oficiales de las actrices consagradas contaban la misma historia sobre las estrellas mexicanas del cine de la época de oro. A María Félix la descubrieron en la calle y le propusieron ser actriz, a Lilia Prado la encontraron en la Alameda, a Elsa Aguirre la toparon en un concurso de belleza a María Victoria un cazador de talentos la encontró cantando en una carpa, incluso Sara García se encontró con la actuación en una calle del centro. Se lo comenté a mi madre para ver si me escuchaba y respondió:
            — Ninguna dice la verdad, sólo Rita Macedo.
            —Mamá, repliqué, tal parece que en la calle de Madero o en cualquier otra, del centro de la Ciudad había un set de cine permanente donde bastaba acercarse para que te dieran un papel estelar.
            —Escúchame con atención y no me interrumpas que lo que voy a decirte es muy importante. Ordenó con firmeza y continuó —María Pureza Pérez Rueda supo muy pronto que nada de lo que representaban actrices y actores era cierto, que Joaquín Pardavé era un neurótico insoportable, Cantinflas era corrupto y un malvado con las mujeres, que Arturo de Córdova elegía a sus compañeras de set y tenías que acostarte con él si querías el papel. Sin embargo, un día Lupe Vélez lo encontró en la cama con su marido. El galán de galanes fue el que más lloró en el sepelio de Ramón Gay, actor que, era secreto a voces, hacía honor a su nombre. Igual que encontraron a Enrique Rambal, muerto de un infarto, en la cama de Mauricio Garcés. ¡El actor que había encarnado a Nuestro Señor Jesucristo, imagínate!  Que Miroslava no se suicidó por un hombre sino por una mujer y que las abuelitas del cine nacional, Prudencia Griffel y Sara García, eran de la otra ganadería. Por Dios, si lo sabré yo que se lo escuché tantas veces a tu abuela.
            Guardé silencio, parecía como si hablar de cine mexicano y de su madre doña Pureza Pérez le hubiera devuelto la vida a la mía. No me atreví a interrumpirla, aunque seguía sin entender a donde iba relatándome esa Babilonia de la farándula mexicana. 
            —A sus catorce años, María Pureza Pérez estaba fascinada por ese mundo, hasta el camino de Peralvillo a los estudios Tepeyac que hacía diariamente a pie, le parecía maravilloso. Apenas tenía unos meses trabajando cuando apareció él e iluminó todo el set con su sonrisa. Conchita Goyeneche le secaba el sudor y tiraba el algodón, mi mamá se acercaba y recogía los algodones sucios para guardarlos con devoción. Conchita era muy estricta, el polvo de arroz para secar el sudor, el agua de colonia, la vaselina o el aceite de oliva para la Sara Montiel y su apestoso cabello debían estar listos antes de la filmación, cualquier detalle no calculado y Conchita Goyeneche le gritaba a mi madre delante de todos, que pusiera atención que se concentrara.
            —Las bonitas pueden darse el lujo de ser tontas, las feas ni siquiera nos vemos hija. Por eso, debemos hacernos indispensables. Le decía a cada rato a Pureza.
            Mi madre tenía un cuerpo hermoso pero su cara no era tan agraciada, un poco como aquella actriz Maty Huitrón, solo que menos bonita de cara y morenita. Así que Puri se hizo indispensable para Conchita. Antes de que ella pidiera el siguiente frasco con la siguiente pócima para embellecer a la actriz, mi madre ya lo tenía en las manos. Sombra azul para acentuar el drama, rubor rosa para hacerlas parecer más jóvenes, algunas primeras damas estaban como flores un día antes de marchitarse. Todas amaban a Conchita que era la poseedora del secreto para hacerlas parecer más bellas, más finas. Puri observaba, los tonos, los labiales, las cinturillas y le aprendió algo que era uno de sus más caros secretos, a poner pestañas postizas del mismo cabello, una por una. Hasta que aquellos ojos fueran inolvidables.
            Su trabajo fue lo más importante, hasta aquel día que llovió como un diluvio y Puri salió tarde por limpiar camerinos. A Pedro Infante también se le hizo tarde. Se había quedado platicando con Ismael Rodríguez. Don Ismael dijo que era el cumpleaños de Alejandra, su esposa y que se iba de prisa.
            Puri no llevaba paraguas y la nube se desató sobre ella justo en la rampa de salida de los autos, Pedro la vio bajo aquel aguacero, acercó el coche y le dijo:
            —¡Súbete!
Ese acento norteño y su potente voz hizo que Puri obedeciera sus órdenes.
            —¡Mira nomás muchacha, estás hecha una sopa! ¿Pa dónde vas?
            —A mi casa
            —Me imagino que, a tu casa, pero ¿Dónde es?
            —En Peralvillo señor.
            —No me digas señor, dime Pedro. Le dijo riendo y le puso la mano sobre el muslo en gesto de confianza.
            —Lo que usted diga señor. Bueno, Pedro.
            —Ah qué muchacha tan tonta. Di Pedro, nomás. ¿Cómo te llamas?
            —Puri, me llamo Puri.
            —¿Cómo Puri? ¡Qué nombre tan raro!
            —Bueno, Pureza, pero me dicen Puri.
            —Te doy un aventón.
            —¡Ay no! Cómo cree, va a ensuciar su coche, donde yo vivo es un lodazal.
            —Bueno, te acerco pues, si no quieres que te lleve.
Me dijo tu abuela que ahí comenzó todo, los siguientes días el ídolo de México hacía como que estaba estudiando su libreto y la esperaba para llevarla a su casa, todo era maravilloso cuando estaban solos, pero Puri se dio cuenta que cuando alguien estaba cerca se dirigía a ella como a una sirvienta, la llamaba muchacha y le ordenaba un café o una toalla para el sudor. Puri comprendió que a él le avergonzaba su amistad con la pequeña ayudante de la maquillista, pero no por ser casi una sirvienta, sino porque era fea y a él nunca lo habían visto con una mujer fea. Su esposa, María Luisa era vieja pero no fea. Esa tarde, Puri se negó a que la llevara a su casa, la manoseara y besara como acostumbraba. Le dijo que no. Entonces él la miró con esos ojos de perro que ponía cuando quería algo y la convenció de aceptar una vez más. Cuando el ídolo de México se dio cuenta de que era virgen, le prometió que repararía su falta, pero le pidió que le diera tiempo. Le suplicó que guardara silencio porque estaban en medio de la filmación de La Mujer que yo Perdí y si el señor Rodríguez se enteraba de lo ocurrido, los correría a los dos.
            Al escuchar esas palabras Puri supo que estaba perdida que a ella no le pondría casa, ni le cumpliría el reparar la falta, ni le daría el apellido al hijo de una fea, seguramente un feíto. Puri tuvo que fugarse esa misma noche con su novio, un muchachito de la calle de Beethoven.
            No faltó a trabajar ni un solo día, antes de que terminara el rodaje y se le notara el embarazo, Pedro la llamó a su camerino y le dio una carta de recomendación dirigida a María Félix, por años fue la encargada de poner las pestañas una por una de la Doña, ni cuando me parió descansó. Se presentó a trabajar a los cinco días de parida, después acompañó a la Doña a todas partes, viajó e hizo dinero. Al final y de cierto modo, si le cumplió, por eso hija, yo estudié, viajé y pude casarme con el hombre más guapo que encontré con el que sabía que seguro, mejoraría la raza. Ahí está la foto de nuestra boda que lo atestigua, ahí está tu padre que era guapísimo, le daba un aire a Pedro Infante y por eso tú hija, saliste tan bonita o tal vez te pareces a él, a Pedro Infante, a tu abuelo, por eso eres tan hermosa.

Fabiola Sánchez Palacios, escritora, México Df


jueves, 25 de junio de 2020

Convocatoria fotos de baúl,segunda vuelta. Mi padre, el mejor del mundo por Cecilia Eloísa Cardinali


Este año va a ser distinto. Sí,  eso pensé a principios de año, cuando ni siquiera podíamos imaginar todo esto que hoy nos está pasando. Pero gracias a todo esto que está pasando en el mundo entero, me permitió tener este tiempo, ¡un tiempo para mí! ¡Para hacer lo que no me imaginaba hacer!
¡Escribir! Y poder relatar un popurrí de cosas que ocurrieron durante mi vida. Este stop que detuvo al mundo, me dio un momento. Si, ¡Un momento para mí!
Me encontré hurgando en esa caja, esa caja que con los años fui cambiando varias veces, porque cada vez necesitaba más espacio, ¡porque de tantas fotos que había,  las cajas comenzaban a desbordar!
Si, a desbordar de recuerdos porque eso son ¡recuerdos!, de instantes que quedaron retratados en una foto. De instantes felices porque a decir verdad, uno saca fotos en los momentos que realmente queremos recordar. Nadie sacaría una foto en un momento de dolor.
Todas esas fotos juntas comienzan a contar historias. Si, historias sobre esos momentos vividos. Retratados en aquella foto para no olvidarlos.
 ¡Y ahí estaba esa foto! La foto de la boda de mi padre y mi madre. ¡Ese momento feliz! Que marca el comienzo del camino de una historia juntos. Pudo no haber sido la mejor historia. Pero fue una historia de amor que llegó a su fin.
Así,  como en esa foto estuvieron y permanecieron ¡42 años juntos! Hubo todo tipo de momentos. ¡Yo no los podría relatar! Porque fue su historia de amor. Pero ahí estuvo mi papá, al lado de mi mamá ¡hasta su último aliento!
La verdad que pasaron años ya de su partida. Pero vos seguiste con tu vida, con  tus ideales; nunca bajaste los brazos. Seguiste te ocupaste de todo aquello que antes no podías, porque estabas acompañando a tu esposa en un largo camino.
Pero hoy a tus 80 años una pandemia te vino a poner stop. Te puso un freno. Te guardo en una cárcel en tu propia casa. ¡Eso es lo que está pandemia te quiere hacer! ¡Pero no lo va a lograr!
¡Porque la libertad no tiene que ver con eso! La libertad está en tu mente, en tu espíritu, en todo tu ser. ¡Sé  libre de la manera que más te guste! Pero no permitas que esta pandemia te frene, que te apague, te hunda. Porque lo más importante no es adónde estás, lo más importante es lo que podes lograr con esa libertad en tu ser que nada ni nadie puede encarcelar.
No te calles, no dejes de escribir como siempre lo has hecho, no dejes de mover tu cuerpo, de dar rienda suelta a tu mente y a tu espíritu. Porque eso es lo que siempre me enseñaste ¡a seguir adelante! Si, a seguir adelante a pesar de todo, ¡a continuar, porque cada día es una nueva oportunidad!, a luchar por lo que amas y por tus sueños ¡porque sin sueños, ¿Qué sentido tendría esta vida?, a valorar lo que tenés mucho o poco es tuyo, a amar al prójimo, ¡aunque no siempre es fácil!,  a perdonar ¡que aún es más difícil!, y a ser una persona de bien, si, eso también me enseñaste!
Dar todo, ¡pero todo! por tus hijos. Y poder saber que ahí vas a estar para lo que necesitemos ¡siempre! Aunque estemos lejos o cerca.
No sabés papá, no sabes ¡¿cuánto te extraño papá?! Pero se, que aunque te extrañe, una parte de tu corazón está junto al mío pensándome y yo junto al tuyo pensándote. Todos los que te conocen llegan a amarte porque tu corazón ¡es el más grande que conozco! Siempre estás ahí no solo para nosotros tus hijos, sino también para tus hermanos esos que no te los dio ni tu padre ni tu madre porque fuiste único hijo y sos único como persona. Esos hermanos que Dios te dio para compartir esta vida.
 ¡Te amo tanto papá! No te imaginas cuanto y hoy a tus 80 años  te honro como padre. Mi padre, el mejor del mundo.

Cecilia Eloísa Cardinali –Peluquera- Santa Rosa de Calamuchita-Córdoba-Argentina

miércoles, 24 de junio de 2020

Convocatoria fotos de baúl, segunda vuelta. Mi madre y Yo por Cecilia Eloísa Cardinali




Esta mañana me encontré mirándome al espejo y viendo el reflejo de mí madre en mí. ¡Cómo no recordarla! Hermosa persona, por fuera y por dentro.
Sus cabellos, a veces lacios o con esos rulos que forzados mostraban una moda del momento. Su color de cabello ya mostraba ese matiz de plata. Su sonrisa, ¡la más hermosa y dulce que haya visto! Con su hoyuelo en la barbilla, y sus ojos marrones café  con una mirada profunda que se mostraba su alma.
¿Cómo olvidarla?  Si estás tan presente en mí. Hoy reconozco que la extraño, aunque muchos años me llevo entenderla. Hoy la recuerdo, ¿cómo? Trabajando, si, ¡trabajando siempre!
¿Por qué? Por nosotros, por ella, por su familia. La recuerdo lavando la ropa, en el lavadero, su cuarto preferido. Pero no con esa sensación de obligación, la recuerdo a ella  lavando para tapar sus penas. Cocinando tortas, ¡las más ricas tortas! Haciendo todo eso con amor porque eso la hacía feliz.
Y renegando, sí, ¡renegando mucho! ¡Eso también lo hacía bien! Y hoy tomando distancia y viendo de lejos, puedo ver su cansancio, el mismo que a veces yo siento. Puedo ver su tristeza, esa que se siente al estar lejos de la familia. Puedo sentir su amor por sus hijos, ese amor que sobrepasa toda frontera.
 Y  también puedo sentir la tristeza, si, ¡la tristeza de un hijo lejos de casa!, porque ese hijo tomó la decisión de marcharse del lugar que sus padres habían elegido;  para encontrar su lugar en el mundo para él y su familia.
¿Pero cómo no sentir? Esa necesidad de un abrazo, de un beso, de una caricia. Pero a pesar de todos estos sentimientos encontrados poder estar más cerca que nunca. Porque esa distancia no nos separó, nos unió aún más.
Fueron tiempos hermosos de largas charlas! Y otras veces solo un ¡Hola! ¿Cómo estás? Y saber que estaba ahí, para mí. Las distancias no siempre nos separan. Al contrario a veces nos acerca más.
Muchas veces por estar cerca y saber que esa persona está, no la llamamos, no la visitamos, no nos acordamos. Hasta que un día, no muy lejano, porque los días vuelan, las horas nos corren y los minutos se esfuman de nuestras manos. Nos encontramos con esa noticia, ¡esa que no esperábamos, esa que hace que el mundo se pare! Sí, porque ese mundo que giraba a una velocidad inimaginable, se detiene.
 Y ahí uno comienza a pensar, a recordar, a culparse muchas veces por esas cosas que no hizo, que no dijo. Pero a veces es tarde, demasiado tarde. Y pesa, pesa mucho en el corazón, tanto que se parte en dos por el dolor, del saber que no tiene vuelta atrás, que ya es tarde. Tarde para un abrazo, una caricia, un te amo, un ¡te necesito!
Pero el tiempo retoma su curso, la vida sigue, y aunque el dolor sea muy grande, ese dolor comienza a sanar. Las memorias de todo lo bueno comienzan a surgir y cada día que pasa una nueva oportunidad aparece en nuestras vidas. La oportunidad de despertar cada mañana y comenzar ese nuevo día dando gracias por todo lo bueno que aún tenemos, y tener la posibilidad de aprovechar al máximo esa oportunidad.
La oportunidad que te da un nuevo día de poder hacer ese llamado, la de juntarse en un café o simplemente la de poder decir te amo, te necesito, ¡te extraño! Y cuando puedes levantarte y verte en ese espejo que no solo refleja tu cara, sino también tu alma. Poder ver esa persona que pasó por tu vida y no fue porque si, paso para dejar una huella, una enseñanza, una sonrisa, un llanto, pero pasó. Y dejo algo importante momentos vividos buenos o malos pero momentos al fin.
Y hoy te recuerdo mamá, y si, te encuentro en ese espejo, en mis ojos, en mí sonrisa, en mí forma de ser, en mí. Te honro y no te olvido, porque cuando te olvide es cuando desapareces. Y eso no puede ocurrir. Los que ya no están, si en nosotros permanecen vuelven a estar con nosotros por un momento más.

En memoria de mi madre Anita Petrona

Cecilia Eloísa Cardinali
Peluquera-Santa Rosa de Calamuchita-Córdoba-Argentina

sábado, 20 de junio de 2020

Convocatoria fotos de baúl, segunda vuelta. Solos por G.H.R.



No nos vimos allí,
solitarios y a la vez
tan llenos de gente.
Una multitud
con nadie alrededor,
algo que quedo escrito en la memoria
de un tiempo que pasó
y no volverá.
No somos ellos,
nunca fuimos los otros.
Allí no nos vimos
y es un tiempo que no volverá,
que nunca volverá
solitario, solitario en estas fotos,
solitarios como somos.


G.H.R. escritor, Moreno,Buenos Aires

viernes, 19 de junio de 2020

Convocatoria fotos de baúl,segunda vuelta. Souvenir en rose Por Luciana Bornand


Por esas cosas de la vida que aún con mis ochenta y pico de años no logro entender, mi nieta, me cebó un mate y me dijo: "Escuchá abuela la canción que estoy aprendiendo en mis clases de francés". Ante esto, me saco los anteojos y dejo de mirar mí tejido.
La dulce melodía comienza a sonar y siento como la melodía hace retroceder las agujas del reloj.

“Des yeux qui font baisser les miens
Un rire qui se perd sur sa bouche
Voilà le portrait sans retouches
De l'homme auquel j'appartiens”

La vida me hizo ser una mujer que no demuestra lo que siente, pero esa canción de Edith Piaf, me llevó a mis veinticinco años, cuando me estaba preparando para ver al gran amor de mi vida, ese hombre alto y apuesto que me fotografiaba con su impecable traje de alta costura y me hacía romper con todos los estereotipos de la época, los paradigmas sobre ser mujer y también, hacer que mis padres pegaran el grito en el cielo. Hice una mueca que hizo reír a mí nieta. A veces siento que me observa como queriendo descifrar.

“Je vois la vie en rose”, y así es, Francisco me hizo conocer la paleta de colores de la vida a través de su cámara. La canción avanza y vuelvo a tener veinticinco años, mis cabellos rubios caían sobre mi hombro, el espejo me devolvió mí reflejo y quedé conforme con cómo habían quedado mis rulos, parecía una actriz francesa. Elegí unos cancan negros y use mi tacones favoritos negros también. El toque final, fue el tapado blanco de piel que sobre la mía, lo sentía como su abrazo.

Il est entré dans mon cœur
Une part de bonheur
Dont je connais la cause
C'est lui pour moi, moi pour lui dans la vie
Il me l'a dit, l'a juré pour la vie

Tarareo la letra, mi nieta se sorprende al ver que sé la canción y me pregunta: “¿Te la sabes?” y ahí sí, las lágrimas caen sobre mi rostro, ya no las puedo disimular y la emoción tampoco me deja hablar, por lo que me levanto, con mi paso que evidentemente no es el de ese día que recuerdo, pero si con el paso de los años vividos y amados; uno camina con sus palabras dichas y no dichas, con las personas amadas y con los sueños por cumplir y los ya cumplidos.

Bajo mí cama tengo una caja con muchas fotos, mí nieta me sigue curiosa quizá viviendo en otras palabras lo mismo que viví yo pero que nunca le pude contar, por eso, decidí que está historia trascendiera mí propia memoria.

Entre las fotos, y los recuerdos, encuentro esa que es tan especial.

Y ahí estaba yo, llena de vida, hambrienta de vivir, de comenzar a hacerlo, porque había comprendido en sus brazos, en sus palabras, en la forma que me abrazaba y me besaba la importancia de vivir, pero con la fuerza y la valentía que requería para hacerlo y llegar a esta edad con mil historias por contar.

Y gracias a esa valentía que decidí tomar fue que Francisco se convirtió en el abuelo de Tiziana, aunque quizá no debería contarle, mí hija nunca quiso ni siquiera escuchar a su madre.

-Mirá, Tizi, te voy a contar un secreto de abuela a nieta. Vos sabes que el papá de tu mamá no es el abuelo Coco: ésta foto es de tu abuelo Francisco, fue el gran amor de mí vida. En mí época se escuchaba mucho Edith Piaf y ese día que me sacó esta foto, yo le dediqué esa canción.

Mí nieta es muy sensible, capaz llora las lágrimas que no he podido llorar yo ese día que me separaron completamente de él y no pude hacer nada más que fingir.

Fingir porque no elegí decidir , fingir esos precios que tuve que pagar por no hacerlo y sonreír por la vida que me hubiera gustado vivir.

Cuando hoy miro hacia atrás de lo único que puedo arrepentirme es no haber vivido sin miedo al que dirán, de no haber corrido en libertad hacía sus brazos. Por eso, decido contarle a mí nieta el secreto de la vida, al menos de mí vida, mí mayor enseñanza y eso que fui maestra toda mí vida y es la de vivir en profundidad, aprender cada día, amar y amarse así tal cual somos incondicionalmente. Y lo más importante, siempre apostar por uno mismo, por tus sueños, tus amores, que nadie decida sobre tu vida, para cuando estés al atardecer de la tuya, como dice San Juan de La Cruz, al juzgarte por el amor, salgas victoriosa.

Heureux, heureux à en mourir…

Me acosté en mi cama con la fotografía en mí pecho, cerré los ojos y ahí estaba. Diciéndome palabras al oído y listo para bailar un vals.



Luciana Bornand

periodista
Santa Rosa de Calamuchita







jueves, 18 de junio de 2020

Convocatoria fotos de baúl,segunda vuelta. El portarretrato por Alicia Arias

Te vi altiva, descocada; 
con tus piernas esbeltas y cruzadas;
perfectas como ninguna.

Volví mis pasos...
Decidida a comprar:
ese portarretrato con esa foto.
El único que me gustaba.

¡¡Había, allí dentro, un caballero!!
Bien vestido; 
peinadas sus canas, 
engominadas hacia atrás;
a la antigua.

Mirándote con nostalgia.
Fija su vista sobre ti.

¿¿Ambos queríamos lo mismo??

Ese portarretrato tallado a mano,
bello, delicado.

¡¡Con la foto, también!!

Con rebeldía lo tomé de la vidriera
mientras el palidecía,
languidecía de tristeza,
añoranza y ojos húmedos.

Lo llevo, le dije al vendedor.
El hombre con voz temblorosa
dijo: lo quiero comprar también 
y llevarlo a mi casa.

Le sonreí con una mueca en mis labios.

Ambos sosteníamos con fuerza
ese objeto entre las manos.
Forcejeando.
Mientras subastábamos ese cuadro,
esa imagen.

Elevé mis ojos hacia los de él, 
comprendí entonces...
Que no era tan importante para mi
(seria simplemente un adorno más).

Mientras que para ese hombre 
con vida transcurrida, 
por alguna razón,
le guardaba en su corazón,
como parte de su historia misma. 

Alicia Arias, poeta, Santa Rosa de Calamuchita, Córdoba 

miércoles, 17 de junio de 2020

Convocatoria fotos de baúl, segunda vuelta. Fufi por Florencia Barrios


Y ahí estás, jugando
entre los límites de la luz
Tu cuerpo es contorno y rebeldía
Te atrevés sutilmente a demostrarte 
feliz y contenta 
sí!
como si fuera un atrevimiento 
como si tuvieras que sentir vergüenza
Te encanta esa pelusa suave recorriendo 
tus pechos
tu panza
tus piernas
La sostenés en tus manos y 
entrelazás entre tus dedos
toda esa erótica blancura
Tus labios se divierten 
en una pícara sonrisa, 
que no oculta nada
Tus ojos exigen atención
no en tus tiesas piernas
no en tus rojas uñas
no en tu palpitante cuello
Tus ojos exigen atención 
en tus pupilas
en tus arqueadas pestañas
en tu delineada mirada
Buscás retener la tensión
ahí
donde un mechón dorado cae
sin avisar, sobre tu hombro
ahí
donde el taco hace la curva de tus pies
ahí
donde las sombras esfuman,
lo que desean ver
Y vos gozás
con cada flash,
te va llenando un fuego
de muchas raíces
Y vos gozás 
con cada centímetro de placer
que tu cuerpo se dispuso a inventar
Y vos gozás  







Florencia Barrios

Estudiante y de a ratos Poeta
Santa Rosa de Calamuchita, Córdoba








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