miércoles, 1 de julio de 2020

Convocatoria fotos de baúl, segunda vuelta. Se fueron todos, quedamos vos y yo por Verónica Meo Laos



Lo sabía desde mucho antes de que murieras: te ibas a ir y, con vos, te ibas a llevar una parte de mi historia.

No puedo cicatrizar la herida umbilical de haber sido dos desconocidas. Llamarte “madre” fue apenas un vocativo tan distante como llamarte por tu nombre de pila.

Con el tiempo me fui acostumbrando a tu hermetismo. Como en aquellas novelas del realismo mágico latinoamericano, un día decidiste cerrar la boca y no hablaste nunca más. Con los labios apretados me fui resignando a tu distancia.

Confieso que esto de soltar tu vida en imágenes al mundo entero es como una botella al mar, un rompecabezas sin principio ni fin dispuesto a ser armado y desarmado tantas veces como alguien decida tomar un teclado y ponerse a escribir un relato imaginario.

No te conocí Esther, no supe de nada de tu vida, pero tu silencio en imágenes estuvo lleno de voces.

Quizás de este modo, de una vez por todas, podamos levantar la bandera blanca y reconciliarnos.

Buen viaje, mamá.


Verónica Meo Laos, Periodista, escritora y docente, Dolores, Provincia de Buenos Aires

Convocatoria fotos de baúl,segunda vuelta. Las mariposas son libres por Leandro Blas



   La conocí  mientras esperaba a que un amigo bajara de su departamento a abrirme.  Era tipo doce y media de la noche, yo fumaba un cigarrillo,  la vi pasar como también  vi pasar a mucha gente en aquella espera. Caminaba frente a mi, cuando de repente se agachó hacia el suelo, llevaba unos zapatos no tan altos y al parecer uno de ellos se le había desatado. Mientras lo prendía pasó un señor mayor, que le dijo algo. No alcanzo a oír lo que este hombre se atrevió a verbalizar, porque  lo dijo por lo bajo,  pero si pude escuchar la respuesta de ella.

-¡Callate viejo asqueroso!-. Le gritó mientras alzaba la cabeza.

El  atrevido siguió sin  hacerse problema, con un paso medio lento como si la mismísima  vejez lo llevara de la mano. La chica  me ve, se ríe  y se me acerca.

- Perdón, es que es la primera vez que salgo con la espalda descubierta  y estoy como a la defensiva -
-Te entiendo -
Ella se ríe y  enseguida se presenta,  me cuenta que se llama Miranda. Le dije que me parecía un lindo nombre y me lo agradeció con una enorme sonrisa .  Fue una sensación tan rara  porque nos mirabamos y nos tratábamos como si nos conociéramos de toda la vida. ¿Alguna vez les pasó que sintieron tanta confianza con una persona desconocida?. Esa noche  nos comunicamos desde la misma inocencia. Como los niños que ante la soledad y el aburrimiento no hay un ego los vuelva mezquinos, tampoco  aparece la timidez que los silencia, ni siquiera  el miedo  o la desconfianza que nosotros los adultos solemos cargar. Así como una niña, ella me invitó a jugar. Me contó que estaban por ir a una fiesta que se hacía en el departamento de una de sus amigas y me preguntó si quería ir.
Ni lo pensé y encaramos juntos mientras se escuchaban nuestras risas.  Me contó que venía de una ciudad del  sur que era tan conservador, que se fué y eligió venir a estudiar teatro a Córdoba, sin mucha aprobación de su madre.
Su familia era muy tradicional aunque al parecer la libertad era algo que se terminaba respetando, quizás eso la hacía tan distinta con ese aire rebelde que siempre la acompañaba. Una vez me mostró una foto que le robó a su abuela, en la que estaban sus padres saliendo de la iglesia cuando se casaron. Miranda adoraba a su papá y pude notar que tenían el mismo rostro y esa  elegancia natural que sin dudas era hereditaria. Su madre en cambio transmitía dulzura y pasividad. No tenía hermanos.

Quiero contar que desde la noche que la conocí pasabamos mucho tiempo juntos. Hablábamos por teléfono por horas y muchas veces me invitaba a ver alguna obra en la que ella actuaba,  otras veces simplemente, nos reuníamos a tomar mates mientras me contaba sobre algún nuevo amor.
Hasta que en su vida apareció él. Un hombre diez años  mayor que ella, alto cabello entre cano que trabajaba en un banco de Buenos Aires.
La conoció en una fiesta en Carlos Paz y quedo embobado. Su nombre era Alfonso, a mi no me caía muy bien el sujeto. Porque eran muy distintos, el agua y el aceite. Ella era luz, color, en cualquier habitación que estaba siempre la rodeaba gente. Realmente quería estar a su lado. El era sumamente aburrido, solo hablaba de dinero y no tenía mucho humor.
Pero se fueron a vivir a Buenos Aires juntos. Aun recuerdo lo contenta que mi amiga  estaba, un día me llamó para contarme que fueron a ver una obra que se llamaba Las mariposas son libres que dirigía José Cibrián y en la cual debutó como actriz Susana Giménez. Supimos ver esa película juntos y nos encantaba.
Pasó el tiempo se casaron y ahí las cosa comenzaron a cambiar entre ellos. Los celos mezquinos salieron a la luz.
Alfonso no quería que ella actúe y le prohibió seguir con el teatro, también le exigía un hijo que ella no se lo podía dar.  Eso la mortifico muchísimo.
Con el tiempo se volvió una ama de casa apagada enjaulada en un castillo que ella supo elegir. Sumemosle  también que aquel macho celoso era un mujeriego que lo ocultaba muy bien bajo su cara insulsa  .
Quizás Miranda en el fondo quería la familia que ella supo tener  y por eso se engañó, no lo sé. Lo que sí sé, es que nunca voy a olvidar ese llamado en el que me contaban Miranda, que  había decidido acabar con tu vida. Algo en mí se quebró, mi concepción de la felicidad se volvió otra. Nunca volví a ver la vida con los mismos ojos y maldije cada segundo en el que no puede estar  acompañándote.

Entre cosas viejas  buscando  tu recuerdo encontré fotos y un viejo señalador de libro que  habías escrito Yo sólo pido ser libre,  las mariposas son libres….nada  ni nadie te describió  tan bien.





Leandro Blas, Estudiante Comunicación Social - La Calera Cba

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