martes, 2 de febrero de 2021

Una parte de mis recuerdos Sandra Ávila

 

En plena pandemia muchos tienen las emociones colapsadas, están que rebalsan sensibilidad. 

Recordé la época en que iba al psicólogo para resolver algunas cuestiones que andan inconclusas por ahí en mi cabeza. Recordé que algunas sensaciones era un salpicado de algún que otro recuerdo sublime-ameno que dejaban buen alivio. Me recuerdo yendo al jardín de infantes en bicicleta, alguien me llevaba en la parte de atrás, probablemente haya sido mi madre o su esposo, eso es algo especifico que no puedo recordar con exactitud. Lo que si no olvido; el trayecto, la calle poceada con caprichosas piedritas que convertían el trayecto algo disparejo, y yo mirando hacia abajo, todo lo que venia lo que pasaba como una cinta mecánica, me recuerdo mis manos el jabón Aduar, hebillas, dos colas y dos moños en el pelo de cintas color azul escolar, y en el aire ese olor tan particular de la química de la esquina de casa. Enfrente: un eucaliptus añejo que en otoño caían unas hojitas en formas  de medialunas y unos semillas bajo el árbol parecidas a los amarettis del café, la blanca corona de reina que envolvía todo el alambrado olímpico de la fábrica de la Borgward. 

El primer día, el segundo y el tercer día de jardín lloré porque no quería quedarme ahí con esos chicos que no conocía, la maestra hizo una ronda y jugábamos. Los demás días estuve más a gusto. 

Hoy desde lejos, me veo en una parte de mis recuerdos jugando con bloques de madera y pintando a Galeto, un simpático y pequeño personaje de piernitas y bracitos como alambre y cabeza enorme. 

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