jueves, 25 de febrero de 2021

Padecer una perdida Sandra Ávila

En 1988 yo tenía 8 años. Mi tía Leticia falleció de Lupus, una enfermedad autoinmune que ataca al cuerpo, un diagnostico que por aquel entonces no sé conocía demasiado, los tratamientos eran muy costosos y si no contabas con una cobertura médica dependías de un hospital público. Ella falleció a menos de tres meses del diagnóstico, tengo un vago recuerdo de lo que fue esa época. Tenía 21 años, la tercer hija mujer de mi abuela. 

Días después de aquel hecho la abuela me llevo a vivir con mi mamá.
Fotografía de Sandra Ávila 


 ¡Cuando termines la escuela volvés conmigo Sandrita !, Dijo mi abuela
 Mi abuela no estaba en condiciones de hacerse cargo de mí. 
 El día que la tía falleció, la hermana de mamá vino a casa a comunicar la noticia, yo estaba ahí, los escuche:

 - ¡Se nos fue!, mi madre gritó y lloró tenía los ojos llenos de lágrimas, por la reacción de mi madre y de mi tía comprendí que ella había muerto. 
 Días más tarde mi prima me diría que pronto seria comida, devorada por gusanos. Mi madre estaba desesperada corrió hasta la casa de una amiga, yo también salí corriendo, me dirigí hacia la casa de la hermana de la iglesia, quien me llevaba los sábados a la iglesia. “dios quiere personas buenas a su lado”, me dijo cuándo le conté afligida lo que acababa de ocurrir. 

Nunca quede conforme con esa respuesta; tenía tan solo 8 años y había miles de cosas que todavía no podía comprender. Cuando padecí esa perdida en la familia, estábamos todos muy tristes, por mucho tiempo tuve la imagen en mi mente de mi tía en el cajón.

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