Desde la penumbra del lecho,
la mujer endulza con nostalgia
la soledad y la muerte de los años.
Se vuelve pequeña
frente al espejo
y llora su melena sin trenzas,
sus tiernos pies sin patines,
sus mejillas sin rubores,
su regazo sin muñecas.
Luego adolescente hurga curiosa
la piel del vidrio iluminado
y enlaza palabras de amor,
de sueños con brillo de luces lejanas,
muy lejanas de la tristeza, la desesperanza
y la ilusión amordazada.
Joven pasea en la luna esmerilada
sus manos y caderas ondulantes
y dibuja una caricia febril
con la promesa procaz del sexo.
Sabe ciega esa mirada amarga
y su risa de antifaz tiznado.
La mujer cruza el cristal azogado
y posa desnuda su hambre de cielo
tras una rubia melena afable…
y esa turbia invitación a la Nada.
Isabel Pisani, escritora y docente, Palermo, Buenos Aires- Argentina
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