Un adiós tras otro adiós
y las voces del olvido.
Nadie recuerda los nombres
que la historia ignora;
pero ella se alimenta
de la sangre de los desconocidos
de los perdidos en el silencio.
Como mi abuelo el violinista
del que no conozco ni su nombre.
La soledad se aquieta
cuando cierro los ojos al mundo.
Siento entonces entre las venas
a todos mis ancestros
danzando la danza
de los que fueron carne
y que hoy son tierra, aire y nada.
Tal vez aquellos rostros
que me hablan entre sueños
tal vez la voz de los desconocidos
de los perdidos en el silencio
aún viven bajo mi piel,
fugitivos del tiempo.
Ricardo Lewitan, músico y poeta, CABA, Argentina
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