Te vi altiva, descocada;
con tus piernas esbeltas y cruzadas;
perfectas como ninguna.
Volví mis pasos...
Decidida a comprar:
ese portarretrato con esa foto.
El único que me gustaba.
¡¡Había, allí dentro, un caballero!!
Bien vestido;
peinadas sus canas,
engominadas hacia atrás;
a la antigua.
Mirándote con nostalgia.
Fija su vista sobre ti.
¿¿Ambos queríamos lo mismo??
Ese portarretrato tallado a mano,
bello, delicado.
¡¡Con la foto, también!!
Con rebeldía lo tomé de la vidriera
mientras el palidecía,
languidecía de tristeza,
añoranza y ojos húmedos.
Lo llevo, le dije al vendedor.
El hombre con voz temblorosa
dijo: lo quiero comprar también
y llevarlo a mi casa.
Le sonreí con una mueca en mis labios.
Ambos sosteníamos con fuerza
ese objeto entre las manos.
Forcejeando.
Mientras subastábamos ese cuadro,
esa imagen.
Elevé mis ojos hacia los de él,
comprendí entonces...
Que no era tan importante para mi
(seria simplemente un adorno más).
Mientras que para ese hombre
con vida transcurrida,
por alguna razón,
le guardaba en su corazón,
como parte de su historia misma.
Alicia Arias, poeta, Santa Rosa de Calamuchita, Córdoba
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