San Miguel de Tucumán, 3 de junio 2020
Querida Anahí,
Espero hayas podido dormir un poco querida. Después de catorce horas de
viaje llegué y me metí directamente en la cama prácticamente con los ojos
cerrados. ¡No puedo creer lo que ocurrió allí!, no sé quién tomó la decisión de
pasarla por la parroquia si ella no era creyente, en más detestaba a los curas
y sacerdotes, hace tiempo que estaba alejada de dios y seguramente tuvo sus
razones que no quiero expresar en este instante. Pero en resumen decía que eran
todos unos seres despreciables y unos cerdos.
Tu tía Filomena quería mandarse la parte con las coronas
del cortejo, pero mira qué barbaridad esa actitud. Una desalmada, venir a querer
quedar en evidencia de querer aparentar, cuánto dinero gastó, con mamá no se
querían ni un poquito, pero mamá se comportaba gentil con ella por respeto a su
marido. Los rencores vienen de cuando Fernandito se quemó la pierna estando al
cuidado de ella, tú mamá la perdono, pero nunca se pudo olvidar el daño causado
en la pierna y por ese malintencionado accidente Fernandito tuvo baja la
autoestima, y mucho dinero le costó en psicólogos, especialistas y más psicólogos
y de todos modos igual se le dificulto para socializar con sus pares: primero
en la escuela después en el club querida y lo que le costó hacer amigos en la
facultad.
Fuera de serie. Hoy amaneció horrible aquí, mientras
tomaba un té de hierbas y miraba por la ventana recordaba la tarde en que tu madre
y yo paseamos por Buenos Aires y las veredas estaban tapizadas de flores
violetas de los jacarandás, y de vuelta a Congreso de repente nos agarró la
lluvia, y corrimos como locas unas cinco cuadras sin parar, tu madre amaba la
lluvia, y odiaba fervientemente a esos paradójicos objetos llamados paraguas.
Recordé su aroma, sus manos suaves, su amor por los
animales y por la música, y su andar descanso todo el año. Me dio nostalgia
haberla recordado e inmediatamente tuve la necesidad de bajar de arriba del
ropero la caja de cuero con fotos de cuando éramos chicas y encontré esta foto,
que el fotógrafo que las hizo imprimió dos y me regaló una. Esa foto fue
hecha para la portada de una obra de teatro barrial, más precisamente la
adaptación de Pinkerton que se hizo para recaudar fondos para comprar los
materiales del nuevo techo del club italiano de calle Hipólito Irigoyen. Tu
madre fue una buena actriz tenía sus encantos y sus dones para interpretar
cualquier papel que le asignarán. Te decía, que mientras observaba como estatua
como caía el agua de lluvia estaba pensando en todo lo que querías obsequiarme,
y no creas que no lo pensé, yo prefiero no quedarme con nada. De verdad
demasiados recuerdos bellos tengo con ella y me alcanzan para recordarla. Tu casa
en poco tiempo se convertirá en santuario, tu madre era bien querida por todos
y no me extraño que el cortejo fúnebre haya estado atestado de gente, que ni
vos, ni yo conocemos, creo que muchos
eran de la Fundación Eva Perón y muchos otros de la escuela de Fernandito. Como sea, escuché anécdotas divertidísimas de
tu madre y no me han sorprendido en absoluto ya que la conozco mucho y hemos
nacido prácticamente juntas. Ella tres días mayor que yo, sabes que todos
creían que éramos hermanas de hecho cuando éramos solteras fingíamos serlo.
Como te decía, yo tengo una foto de más
y te envío esta de regalo. Te envío también otras que son similares yo no
necesito tener fotografías similares o repetidas cuando sé que las podés tener vos
bien cuidadas y conservadas. Te quería decir que está semana cobro mi pensión y
te depósito para pagar parte de la lápida y los demás gastos que tuviste estos
días.
Te digo una cosa, sino no fuera por me
despedí de tú madre no creería que pasó lo que pasó. Pero ya veras, así es la
cosa y tu madre regalaba vida. Tu madre ella fiel y honesta y era una hermana
para mí.
Te mando un abrazo enorme.
Cuídate.
Te quiero.
Marta
Sandra Avila, escritora y estudiante de Lic. en periodismo y nuevos medios. Córdoba. Argentina