Yace desvanecida en el tiempo
pero mi universo
sigue esperándola
a la vuelta de la esquina,
porque nunca es suficiente con ser bonita
más bien
hay que saberlo ser.
Ella me miraba
como si de sus ojos
brotarán todos los amaneceres,
en cambio
yo te saludaba
como al perro callejero
solamente a patadas.
Ahora yacen mis ojos
y mis besos proclamados falsamente.
Mirarte es ver
tu amar y andar,
allí esbelta, vuelta flor
desvistiéndote a tí misma
sin más espectadores
que un espejo
sosteniéndote la mirada.
Estúpido y ciego
para no detenerme
a extasiarme
despojado de todo
bebiéndote de a tragos
para volver
una y mil veces a nacer.
Una mujer, la voz de mis preguntas,
un naranjo en flor
en nuestro propio tiempo.
Recién,
sólo recién
he podido ver
que un día fuiste
por las copas
y dejaste de tomar
en vasos plásticos
falsa felicidad.
Tu foto sigue siendo
una prenda colgada,
esperando secarse
bajo el sol de la esperanza
sin flashes ni proclamas.
Eugenia Páez, poeta, Frías, Santiago del Estero
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