Sandra Ávila es una escritora obsesionada por el tiempo. La brevedad de sus relatos hace que esta fijación, por la secuencia temporal, logre generar un clima de total incertidumbre. Las alusiones, al momento de la narración, son constantes e intentan hacer perder al lector en una espiral de hechos, que muchas veces no se suceden unos seguidos de otros.
La trama es sencilla pero no por eso pierde calidad y dramatismo. Al contrario, al sumergirnos en la subjetividad de los personajes, nos hace pensar en una reflexión en la que dudamos del mundo en el que afirmamos los pies. Al mezclarse las sensaciones del que narra y del que agoniza, el desenlace se torna tan inesperado como su posible explicación.
Otro de los ejes importantes, para la comprensión de los micro cuentos, es el destino. El punto de llegada de la narración no es un lugar físico, sino justamente una construcción mental que vuelve al principio del relato. Este retorno nos encierra en la subjetividad del narrador, por lo que quedamos cautivos de sus impresiones del hecho acontecido, lo que abre el juego a otras posibles versiones.
La indagación es constante y se vuelve asfixiante para quien intenta desentrañar el misterio, transmitiendo al lector su propia angustia perdiendo así su omnisciencia. Al librarse las posibles interpretaciones el texto se enriquece y obliga a releerlo ante la multiplicidad de significados planteados en una extensión breve.
En “Los álamos de Otoño”, el protagonista que cuenta la historia recrea en su mente el suicidio de una mujer. Al ver el cuerpo imagina las situaciones que llevaron a esa persona a tan drástica decisión. En un viaje mental y a través de diversas conjeturas reflexiona sobre los motivos por los cuales una persona pudo poner fin a su vida. Al mismo tiempo que piensa los hechos estos suceden realmente.
Este cuento corto nos pregunta a nosotros lectores si lo que vivimos es una realidad concreta o bien una ensoñación. Claramente esta división se traduce en una pregunta sin respuesta, a lo largo de lo descripto, que no encuentra otra explicación más que el misterio y el eco del silencio.
Sandra Ávila es una joven autora argentina que apoya las palabras en el papel con mucha frescura. Su voz es una reflexión y una búsqueda por la expresión precisa. Avanzando a paso firme por develar el propio misterio de su yo escritor que vive y sueña, escribe no sin temor pero con audacia y con la prisa del que canta por amor la palabra y encuentra ese segundo de inspiración por el que deja esta vida para ir tras los mundos que su imaginación le pide crear.
La trama es sencilla pero no por eso pierde calidad y dramatismo. Al contrario, al sumergirnos en la subjetividad de los personajes, nos hace pensar en una reflexión en la que dudamos del mundo en el que afirmamos los pies. Al mezclarse las sensaciones del que narra y del que agoniza, el desenlace se torna tan inesperado como su posible explicación.
Otro de los ejes importantes, para la comprensión de los micro cuentos, es el destino. El punto de llegada de la narración no es un lugar físico, sino justamente una construcción mental que vuelve al principio del relato. Este retorno nos encierra en la subjetividad del narrador, por lo que quedamos cautivos de sus impresiones del hecho acontecido, lo que abre el juego a otras posibles versiones.
La indagación es constante y se vuelve asfixiante para quien intenta desentrañar el misterio, transmitiendo al lector su propia angustia perdiendo así su omnisciencia. Al librarse las posibles interpretaciones el texto se enriquece y obliga a releerlo ante la multiplicidad de significados planteados en una extensión breve.
En “Los álamos de Otoño”, el protagonista que cuenta la historia recrea en su mente el suicidio de una mujer. Al ver el cuerpo imagina las situaciones que llevaron a esa persona a tan drástica decisión. En un viaje mental y a través de diversas conjeturas reflexiona sobre los motivos por los cuales una persona pudo poner fin a su vida. Al mismo tiempo que piensa los hechos estos suceden realmente.
Este cuento corto nos pregunta a nosotros lectores si lo que vivimos es una realidad concreta o bien una ensoñación. Claramente esta división se traduce en una pregunta sin respuesta, a lo largo de lo descripto, que no encuentra otra explicación más que el misterio y el eco del silencio.
Sandra Ávila es una joven autora argentina que apoya las palabras en el papel con mucha frescura. Su voz es una reflexión y una búsqueda por la expresión precisa. Avanzando a paso firme por develar el propio misterio de su yo escritor que vive y sueña, escribe no sin temor pero con audacia y con la prisa del que canta por amor la palabra y encuentra ese segundo de inspiración por el que deja esta vida para ir tras los mundos que su imaginación le pide crear.
Enhorabuena, Sandra.
ResponderEliminarEs una opinión excelente de tu trabajo como escritora.
Santiago lo ha expresado estupendamente y con la profundidad que merecen tus textos.
Un abrazo enorme.
Gracias laura por tus palabras, pero el mérito es de Sandra!
ResponderEliminarBesos
Gracias a todos los que me apoyan a seguir inventando historias Uds.hicieron posible todo esto.Les mando un abrazo
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